Durante el viaje por las islas Lofoten, planeamos hacer alguna ruta si el día se levantaba despejado. Aunque eso de establecer diferencia entre el día y la noche en un lugar así es un poco extraño. Encontré una ruta que prometía bastante casi al final de las islas y siempre nos quedaba la opción de ir hasta el refugio Munkebu, un lugar desde el que hacer noche para descubrir aún más toda la zona interior de la isla de Moskenesøya. Así que armados con mi GPS y un track que encontré por ahí, pusimos rumbo a nuestro primer objetivo, una elevación llamada Djupfjordheia.
Salimos del pueblo de Sørvågen por un camino no muy complicado que poco a poco iba ascendiendo y dejándonos apreciar unas vistas cada vez más increíbles. La ruta asciende por el lateral de tres lagos a distintas alturas. Son el Stuvdalsvannet, Tridalsvannet y Fjerddalsvannet.
Vista del segundo lago, el Tridalsvannet
Una vez en nuestro primer objetivo, el Djupfjordheia, ya empezamos a admirar las vistas y lamentar que estuviese un poco nublado. Aprovechamos para comer y sacar unas cuantas fotos. No fuimos los únicos que pasaron por allí.
Nuestro siguiente objetivo, el Merraflestinden, a la derecha
Gente desfilando hacia el refugio Munkebu
Quedaba nieve a escasos 500 msnm a principios de julio
Casi todo el mundo iba en dirección a Munkebu, pero nosotros decidimos ir en otra dirección, hasta el Merraflestinden, desde donde supusimos que habría mejores vistas. Y así fue.
El pueblo de Sørvågen y las pequeñas islas al final de las Lofoten
En la cima del Merraflestinden con Djupfjorden y su puente
Esta es prácticamente igual a una foto anterior, pero conmigo, así que el paisaje gana 😀
Vista de tierra firme al fondo. Vaya montañitas que hay al lado del mar…
Sørvågen de nuevo, con el ferry que va a Bodø saliendo de puerto
Esta es para demostrar el pedazo de zoom de la cámara
Con las mismas nos fuimos por donde vinimos, no quisimos arriesgarnos a investigar nuevos caminos porque teníamos un lisiado con nosotros y no era cuestión de forzar la máquina.
Uno de los últimos rincones de Noruega que me quedaba por ver era éste. Un pequeño paraíso en forma de archipiélago muy cercano a la costa en la parte norte del país. Sus principales características son la tranquilidad, las pequeñas islas, las grandes elevaciones de roca, el sol de medianoche, los bacalaos secados al sol, los pueblecitos pesqueros, las playas de arena blanca y fina. Vamos, un pequeño paraíso.
Estuvimos en el archipiélago unos cuatro días, donde alquilamos un coche y nos movimos como quisimos. El punto de partida fue el aeropuerto de Evenes, compartido por las ciudades de Harstad y Narvik.
Puerto de Svolvær, la capital de las Lofoten
Restaurante en el centro de Svolvær
Aunque el nombre pueda parecer familiar, no se refiere al pescado en sí, sino que ese nombre se le da a una manera de cocinar el bacalao. Sí, es raro.
Una de las escalas del crucero Hurtigruten
Este crucero es uno de los muchos que recorren la costa noruega haciendo escala en varios puertos por el camino. Se trata del Hurtigruten y es muy famoso en verano. Aunque hicimos una noche en Kabelvåg, el primer día solo visitamos la capital y poco más, hacía bastante mal tiempo y no había muchas ganas de pasar frío.
Puerto de Henningsvær, un pequeño pueblecito de pescadores
Si no pudimos dar muchos paseos al aire libre por el tiempo tan malo, aprovechamos para visitar pueblos de los alrededores y deambular con el coche por carreteras desconocidas. Así fue más o menos como acabamos en Henningsvær. A la vuelta vimos una playa de arena blanca en una cala muy bonita, lástima que hiciese tanto frío…
Esta es la playa en cuestión
Pero claro, como no podía ser de otra manera, y a pesar del mal tiempo… el bañito cayó.
Saliendo del agua deprisa y corriendo
Fuí incapaz de estar en el agua quieto y sumergido completamente más de un segundo. No pude parar de correr ni al entrar ni al salir. Al llegar a la arena me dolían las piernas un horror del frío y se me quitaron las ganas de más baños. Eso sí, me arrepentí de no haberme bañado el año pasado cuando estuve en Svalbard. Hubiese estado bien poder contar que me bañé en el Ártico. Si por casualidad vuelvo allá como es mi intención, lo haré.
Otro de los sitios que visitamos en esos días fue el museo vikingo de las Lofoten. No tiene ni punto de comparación con el que hay en Oslo. De acuerdo que el de Oslo tiene los restos de barcos vikingos mejor conservados del mundo, pero en Lofotr hay reconstrucciones de viviendas y barcos vikingos con los que puedes hacerte una idea mejor de cómo vivían.
Una reconstrucción de barco vikingo en el fiordo
Tirando unas flechitas, vaya estilazo
Remando en el barco vikingo, lástima que estuviese amarrado
Mientras nos íbamos moviendo hacia la isla más alejada de tierra firme, el tiempo fue mejorando poco a poco y todo parecía tener más color.
Uno de los múltiples lugares en los que se cuelga el bacalao al sol
Estos bacalaos son muy típicos de esta zona de Noruega. Se venden como snack ya que están secos, pero a mí no me hicieron nada de gracia. Aparte de que ver cómo se secaban al sol mientras montones de moscas revoloteaban a su alrededor no contribuyó a que me gustasen.
Por fin llegamos al lugar más bonito de todas las islas, un pequeño archipiélago rodeado de montañas. Allá pasamos dos noches en la isla de Hamnøya.
Haciendo posturitas como siempre
Esta es la isla de Hamnøya y la casa blanca grande de la derecha es en la que dormimos
Aquí estuvimos de relax aunque pudimos hacer de todo: ver un partido del Mundial de la selección española, ir de ruta y tratar de ver el sol de medianoche.
Cuando digo que era el paraíso, es que realmente lo era
En cuanto al sol de medianoche, intentamos verlo en dos ocasiones. Siempre que íbamos hacia el norte, donde podía verse más fácilmente, había niebla que no dejaba ver absolutamente nada. Al segundo intento también nos encontramos niebla por el camino.
Yendo hacia el norte para ver el sol de medianoche
Y como siempre, se consiguió el objetivo. Después de pasar mucho frío y desvariar en cantidades industriales como viene siendo habitual, pudimos ver cómo el sol no llegaba a ponerse en el horizonte.
La foto de la victoria
Puede que éste sea el tercer mejor sitio de Noruega que he visitado, pero cada lugar es tan distinto dependiendo de la gente con la que viajas… que es difícil decidirse. Sobre todo cuando hay tantas historias, anécdotas, buena gente, cervezas, rayas y ovejas.
Otra de las rutas con las que tenía una espinita clavada por no haber ido, es la que recorre un lateral del lago Gjende por la archiconocida arista de Besseggen. Se puede decir que es la ruta del Cares de Noruega, casi a punto de superar en gente a la subida a Preikestolen, pero con un nivel un pelín más complicado que todas estas rutas antes mencionadas.
Vista del lago Gjende desde un poco más arriba de Gjendesheim
La ruta es bastante flexible en cuanto a días de marcha, rutas y opciones. Nosotros optamos por ir hacia Memurubu desde Gjendesheim y volver al punto de partida en barco. Pero se puede volver andando también por la orilla del lago, lo cual añade 4 horas más de marcha. Otra opción es seguir andando por el lateral del lago hasta otro refugio más al oeste, Gjendebu.
Tuvimos cierta suerte con el tiempo, porque fue muy cambiante. Tan pronto salían unos tímidos rayos de sol, como nos azotaba una fuerte ventisca con nieve, pero sin duda lo que no nos abandonó en ningún momento fue el frío y el viento que te congelaban las manos.
Admirando el panorama del lago Gjende mientras azotaba la nieve
Las manos las tenía heladas de frío, eso pasa por sacar chocolate de la mochila sin guantes
Solo hay un par de pasos complicados en el comienzo y una vez que se coge altitud hay un buen trecho de llaneo hasta llegar a la cima de Veslefjellet. Poco después hay una bajada bastante fuerte hasta el punto intermedio entre los dos lagos, Besseggen.
Destrepando antes de llegar a Besseggen
Vista de Besseggen y los dos lagos
Las dos fotos anteriores fueron tomadas en un intervalo de tiempo bastante corto, lo que muestra la facilidad con la que cambiaba el tiempo. La estampa de los dos lagos, cada uno de un color distinto y a diferentes alturas, es algo que merece la pena ver.
La procesión de gente era considerable
El lago Bessvatnet
Los lagos Bessvatnet y Gjende a distintas alturas y de distinto color
Después de un rato sacando fotos en la zona, nos pusimos en marcha de nuevo hacia Memurubu.
La forma y posición del pico Knutshø son muy curiosas
Al otro lado del lago se podía ver el Knutshø¸, montaña que todavía no sabíamos que subiríamos al día siguiente.
Momento Zen en medio de la tempestad
Seguimos el camino con una lluvia intensa hasta el otro refugio, el de Memurubu, cogimos un poco de calor dentro del bar/restaurante y fuimos al puerto a coger el barco de la destrucción. Digo de la destrucción porque casi todos íbamos completamente dormidos en él, después del duro día. Menos mal que no volvimos andando, porque ya hubiese sido demasiado para un solo día. Sobre todo para mí y mi pésima forma física.
Renos pastando justo después de cruzar la carretera haciendo parar a todos los coches
Este fin de semana pasado ha tocado ir de visita turística a Suecia, aunque para algunos ha sido más turística que para otros. Sin duda, para empezar, Göteborg no ha sido mala opción, más al sur que el resto de ciudades cercanas y con un supuesto mejor tiempo que Oslo.
Lo que resulta chocante es que en esta ocasión, además de conocer al grupo de turno de españoles en la ciudad, hemos conocido a un grupo de argentinos muy peculiar y divertido. De hecho el viernes, nada más llegar, estuvimos en una fiesta en casa de uno de ellos.
Todos los becarios que estamos ahora en Oslo currando para la embajada
En cuanto a Göteborg, aprovechamos la red de carriles-bici que tienen para visitarla. Aunque no soy muy partidario de dichos carriles, tengo que decir que éstos si que me convencieron bastante, no eran los típicos marginales a un lado de la carretera que muchas veces suponen una desventaja, sino que eran vías separadas del resto completamente. En la foto inferior puede verse la carretera para los coches a la izquierda, a la derecha la acera peatonal y por el centro el carril-bici.
Un carril-bici de los muchos que hay por toda la ciudad
La ciudad en sí no tiene catedrales espectaculares ni edificios impresionantes, pero me gustó su estilo sueco y sobre todo sus parques, que al estilo de moda últimamente en Europa, son verdaderos bosques.
Estanque en mitad de un parque (yo más bien diría bosque)
Y aquí están nuestros amigos los flamencos todoterreno, soportando temperaturas imposibles
También las calles comerciales rebosan vida los sábados y domingos, a diferencia de otras ciudades escandinavas. Pero lo más importante de Göteborg es su industria (Volvo tiene su sede ahí) y el puerto, el más grande de Escandinavia y el único cuyas aguas no se hielan en invierno.