No pude controlarme y me apunté a una última carrera que se disputaría el 20 de octubre, la Ivar Formos Minneløp. Está organizada por el equipo de esquí de Lyn en memoria del esquiador/corredor noruego Ivar Formo que falleció en 2006 al tratar de cruzar un lago helado y caer al agua.
La carrera discurre por un circuito de unos 16km en las proximidades del lago Sognsvann en Oslo. Se suben tres colinas (Vettakollen, Frønsvollen y Skjennungen) para descender hasta la cabaña Ullevålseter y recorrer la orilla de un par de lagos.
Al ser la primera edición del memorial, únicamente se apuntó la gente más metida en el mundillo de las carreras populares y los propios atletas del club, así que el nivel era altísimo. Pero eso a mí no me importaba, había ido a pasarlo bien, no a ganar.
En esa época del año, las probabilidades de que te toque un día de mal tiempo son bastante altas, pero hay que añadir que ya empieza a hacer bastante frío y hay muchas menos horas de luz. Lo peor no es que te toque un día malo, sino que además llueva durante una semana seguida sin parar y el camino se convierta en una trampa de piedras resbaladizas y barro. Mi intención era usar unas zapatillas de asfalto que tengo más que probadas pero a última hora me puse unas bastante ligeras de trekking que quizás agarrasen mejor al terreno. La elección no importaba, realmente se resbalaba lo mismo, únicamente unas zapatillas con clavos en las suelas habrían marcado la diferencia.
El comienzo es bastante duro ya que hay que salvar un gran desnivel hasta Vettakollen, desde donde hay unas vistas increíbles de todo Oslo.
Había que sonreír para la foto
A esas alturas de carrera ya estaba empapado a más no poder y el grueso de los corredores ya se había alejado bastante de mí. Me tomé el resto con bastante calma porque toda esa zona era un barrizal tremendo en el que la tendencia era a subir, pero también había alguna que otra bajada traidora. Durante todo el tramo hasta llegar a Skjennungstua solo me caí una vez y me di un golpe en la cadera que me hizo ver las estrellas. Siempre era más seguro correr por encima del barro aunque se corría el riesgo de perder alguna zapatilla al hundirte hasta por encima del tobillo.
Después del avituallamiento en Skjennungstua, el camino cambia a una pista para coches muy amplia y regular que va a dar a Ullevålseter. Es una bajada bastante fuerte pero muy cómoda, viniendo del terreno donde habíamos estado… Ahí mejore el ritmo y pude adelantar a unos cuantos corredores, pero al llegar al cruce de Ullevålseter, de nuevo nos adentramos en el bosque por un camino estrecho y embarrado.
Cabe destacar una zona que yo no conocía cerca de la presa del lago Aklungen y me pareció muy bonita. El próximo verano iré para sacar unas cuantas fotos de la misma. Era un bosquecillo muy verde con cierta neblina que le daba un aire de paraje encantado.
La llegada a meta fue sin emoción, era el 150 de los 163 hombres que participamos así que puede considerarse que llegué de los últimos. El tiempo tampoco ayudaba a querer quedarse por allí, ya que llovía a mares. Nos dieron el avituallamiento con unas cuantas galletas y refrescos, y marché directo a casa para darme una ducha.
Aunque el recorrido me gustó, pienso que la carrera era demasiado técnica para el nivel que tengo en ese tipo de terrenos, más el añaadido del mal tiempo y el barro, fue una mezcla explosiva.